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domingo, 12 de junio de 2011

LA PRENSA CATALANA REVIVE MOMENTOS HISTÓRICOS EN EL HOMENAJE Y DESPEDIDA A JOAQUIN IBARZ

Con Joaquín Ibarz, a mi derecha y Miguel Ángel Bastenier (entonces director de TeleXpres) y José Sanchez, reportero de Interviu, a mi izquierda (derecha de la foto), 1978

LA GRAN FAMILIA "TELEXPRES"

Mientras Madrid vivía los últimos días de la Fería del Libro, Barcelona vivía uno de los momentos más emotivos para la prensa catalana, la última despedida en un homenaje el viernes al mediodía en el Colegio de Periodistas a Joaquín Ibarz, nuestro antiguo compañero de TeleXpres y en los últimos años corresponsal de la Vanguardia en México. Un acto al que asistió la prensa catalana en pleno, para la que Joaquín Ibarz ha sido un referente.
La noche antes, los antiguos compañeros de TeleXpres nos adelantábamos al acto con una cena histórica que congregó por primera vez en muchos años a todos los que habíamos trabajado en el mítico periódico. Creo que es como le habría gustado a Quim -así seguimos llamándole- vernos por última vez: juntos, charlando y disfrutando del encuentro alrededor de una mesa. Que así es como le gustaba encontrarnos a los amigos con los que no había dejado de tener contacto cada vez que se permitía una escapada desde México a Barcelona. Motivo suficiente para que el tam-tam Villagrasa (otro telexpresero hoy en La Vanguardia) nos convocara para una cena.
Para todos los que estábamos ahí, Joaquín Ibarz ha sido un referente, pero para mí fue también uno de los primeros jefes y maestros que encontré en TeleXpres -donde empecé a trabajar desde mi primer año de periodismo en la universidad- junto con Ricardo Mazo -jefe de internacional-, y los también desaparecidos José María Huertas Clavería -reporterismo y local- y Ramón Barnils -Cultura-.
Fueron mis maestros, aquellos gracias a los que empecé a amar en verdad el periodismo, pero sobre todo, aquellos que con su compañerismo, comprensión, apoyo y sentido del humor me facilitaron enormemente mi aterrizaje en la realidad española de regreso de mi periplo por Oriente en busca del Nirvana.
Es en TeleXpress donde la María José con la que firmaba mis primeros reportajes fue rebautizada por Ramón Barnils como Pepa, el nombre con el que hasta entonces me llamaban sólo los íntimos.
Si muchas veces se ha dicho que de las diferentes cosechas o generaciones de periodistas que pasaron por TeleXpress desde que se fundó hace 47 años, se ha nutrido buena parte de la prensa catalana, ya que no hay periódico que entre sus figuras destacadas no se encuentre a alguien que proceda de TeleXpres, creo que, también para mí, todo lo que ha dado algún fruto procede de las semillas que esos buenos compañeros dejaron en mí.
TeleXpres cerraría al filo de los 80, como otros periódicos decisivos de la transición, pero la admiración por esas figuras como Joaquín Ibarz, el primero al que veía lanzarse a cubrir conflictos como el del Sahara, sería decisiva a la hora de orientarme yo misma como periodista, y, sobre todo, como enviada especial para algunos de los principales medios de nuestro país a numerosos conflictos y escenarios, desde la guerra Iran-Irak a Sudáfrica, el Chile de Pinochet, Argentina, la Argelia de los generales, Guatemala, Filipinas o Corea, y entrevistar a algunas de las figuras más relevantes de la esfera internacional del momento, desde Nelson Mandela a presidentes de diversos países. Una serie de experiencias que han nutrido algunos de mis libros de ensayo como "Jaque a la globalización. Como crean su red los nuevos movimientos sociales y alternativos", que no es más que una crónica de las sociedades, las voces de la calle, las que me enseñaron a buscar y escuchar tanto Quim como Huertas Clavería, aquellas con las que contrastar constantemente la versión oficial de los hechos. O también el ensayo "De profesión periodista. El diario como escuela taller".
TeleXpres fue para mí la entrada en la época dorada del periodismo, aquella que parece muy lejos de repetirse. Pero, por extraño o lejano que parezca el periodismo del lenguaje literario, también donde probablemente nace la escritora.
Allí aprendí el rigor y el valor de las palabras, la implicación a fondo en los temas, la distancia necesaria para abordar cualquier historia, observar al ser humano y situarlo en el mundo en el que le ha tocado vivir. Por ello, a pesar de la gran distancia y tiempo transcurrido, siento que un hilo invisible tal vez para los demás, pero no para mí, une mis primeros reportajes en TeleXpres a mis novelas como "Mandala" o "Indian Express". Los dos premios por ellas, el Andalucía de Novela y el Premio Azorin, probablemente sólo son la parte más visible y actual de un premio más permanente y anterior: ese de aterrizar y ser acogida en la familia TeleXpres.
Por todo ello, nunca estaré lo bastante agradecida a los que han sido mis maestros y verdaderos padres del periodismo, Joaquín Ibarz, Huertas Clavería, Ramón Barnils, y el último de ellos que nos queda, Ricardo Mazo. Y también a Miquel Villagrasa, a quien debemos el habernos mantenido conectados durante tantos años, como hacen los pater familia en las fechas señaladas.


Con compañeros de TeleXpress comiendo en uno de los restaurantes populares de la calle Tallers (foto de Manel Armengol, el gran cronista gráfico de la época)

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