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viernes, 17 de junio de 2011

EN LA TRANSICIÓN BARCELONESA, UNO DE LOS TEMAS Y ESCENARIOS DE "INDIAN EXPRESS"

LA TRANSICIÓN EN ESPAÑA

Lola, una de las protagonistas de "Indian Express", deja la ruta del hachis y vuelve de viaje para poder asistir al primer mitin de Felipe González en España, el que marcó la legalización de los partidos. Yo, en cambio, tuve que ir a Nueva York para conocerle. Las protagonistas de mi novela no son periodistas, pero saben que España está cambiando y vuelven para implicarse. Pero, salvando las diferencias, el contacto directo con los políticos del momento que me permitió el ejercicio del periodismo seguramente ha tenido mucho que ver con el retrato que se hace de la época en "Indian Express".
En esta foto aparezco en el Empire State Building de Nueva York, con Felipe González, en su primer viaje como jefe de la oposición tras las primeras elecciones democráticas de junio de 1976. Era también uno de mis primeros trabajos como periodista, en esta ocasión para Interviu. A la izquierda, Enrique Sarasola, acompañante de Felipe, y a la derecha, Soledad Álvarez Coto, jefa de nacional del recien nacido El País. Es una foto, al igual que las que siguen en este album de los 70, tomada por Manel Armengol, también enviado por Interviu, el fotógrafo de la transición cuyas fotos de la brutal represión de una de las últimas manifestaciones por la democracia en Barcelona dieron la vuelta al mundo.


EN LA BARCELONA DE LOS AÑOS 70

Soledad Puértolas dijo en la presentación de "Indian Express" en Madrid que se trataba de una novela con varias lecturas y recorridos, varias novelas en una. Y así ha sido descrita ya por muchos: una novela de iniciación, una novela sobre la amistad, una novela sobre la India, una novela sobre los conflictos de identidad en el mundo globalizado de hoy. También una novela generacional que habla de las utopias en la Barcelona de la transición



Ser fotografiada en los 70 por Manel Armengol viene a ser para alguien de Barcelona poco menos que ser fotografiada por Avedon. Cronista de la vida pública tanto como de la privada, el reencuentro con la familia TeleXpres me ha permitido reencontrarme con sus fotos, algunas inéditas para mí hasta hoy.
Al ver esta foto he pensado que sí, que no me lo había inventado, que un día fuimos felices. La enorme esperanza en el futuro de nuestro país era suficiente para hacernos sentir optimistas, salir a la calle a bailar o sumarnos a los correcalles de Els Comediants. Creo que Manel capta en esta foto de 1977 el estado de ánimo alegre y desenfadado que teníamos en la época.



No recuerdo en qué casa fueron tomadas las anteriores fotos, si en la mía o en la de cualquier otro amigo, ya que por entonces todas las casas eran un poco las casas de todos. Lo que es seguro es que sería en alguna de las viejas casas de El Born, el barrio del que los estudiantes habíamos hecho nuestra "rive gauche" barcelonesa -ese tema tan presente en "Indian Express"-. Pero ahí estaba Manel, con quien, además de trabajar juntos en reportajes, compartía el grupo de amigos que nos reuníamos en bares como Casa Lola, del que era también asiduo Ramón Barnils, el periodista más libertario que ha tenido no sólo TeleXpres si no también Barcelona.




Con mi amiga Gertrud, una de las muchas que pasó o vivió en mi casa de el Born. Como tantos estudiantes de la época, había dejado la casa de mis padres en la zona alta de Barcelona para alquilar un piso en el barrio de la "movida" catalana, gracias a mis primeros ingresos en TeleXpres donde empecé a trabajar desde mi primer curso de periodismo. Ese barrio donde formábamos una especie de familia extendida que en parte coincidía y se solapaba con la familia periodística de "TeleXpres"




Le había visto prestar atención al detalle, al gesto, a las pequeñas cosas cada vez que tenía a alguien delante y no podía resisitirse a echar mano de su cámara, ahora veo que también lo hizo conmigo.
Otra de las fotos tomadas por Manel Armengol que seguramente sorprenderán a los que le conocen por aquellas impactantes imágenes de las últimas cargas policiales del franquismo que dieron la vuelta al mundo. Lo que nos demuestra que el arrojo necesario para meterse entre los escudos y balas de goma no es incompatible con una rara sensibilidad y delicadeza para captar lo más sutil de las relaciones y de las escenas cotidianas.



Yo pintándome ante el balcón, y Gertrud, Manel y otros amigos seguramente esperándome para salir. ¿Cómo se las arreglaba Manel para sacarnos estas fotos sin que ni siquiera nos apercibiéramos de que iba con su cámara encima? Esto todavía no me lo ha contado. Tal vez en el próximo encuentro de TeleXpres.




Mientras las chicas nos arreglábamos para lanzarnos a tomar la calle los geranios esperaban sedientos un poco de agua. Manel, seguramente cansado de esperarnos se dedicó a lo suyo, rastrear el ambiente en busca de otros seres que merecían un poco más de atención. Quien sabe si en nuestros arrugados y pobres geranios de nuestro balcón no se encuentra ya el anuncio o anticipo de esas fotos sobre la naturaleza que tanto recuerdan al arte zen y que son hoy objeto de sus exposiciones internacionales.




Lo público, lo privado, pero sobre todo, el ambiente de lá época, aquí en una comida en uno de los restaurantes populares con compañeros de la prensa ¿cómo iba a perderse algo así un fotógrafo todo terreno, el más versatil, el más libre? Un ojo privilegiado para captar los signos de los tiempos, aquel al que nadie ha logrado todavía atar a una silla -bueno, supongo que excepto a la del ordenador donde hoy debe procesar sus fotos. Gracias Manel, por dejarnos todos estos testimonios.



DE LOS RECUERDOS A LA FICCIÓN

En algún altillo debo guardar fotos de la época y sus personajes diversos, que algún día encontraré. Pero el reencuentro con estas fotos de Manel Armengol creo que merece un aparte, no tanto por la historia social que en ellas se cuenta -que para eso ya debe guardar miles en sus propios archivos-, si no por la historia personal, el estado de ánimo, la atmósfera de intimidad compartida que marcaba nuestras relaciones personales, que sólo él podía captar.

Fotos, en definitiva, que me recuerdan una época vivida, con sus emociones, sensaciones y experiencias, que ha inspirado muchos de los pasajes de "Indian Express"

Pero, como se ponía antes delante de todo libro: todo parecido con la realidad es pura coincidencia.

La realidad nos inspira, marca, alimenta, pero para pasar por una especie de transubstanciación o convertirse en otra cosa por obra de la literatura, la nostalgia y los sueños.

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