ColPrensaIndian Express novela de la escritora Pepa
Roma
ColPrensaPepa Roma
Luego de sentir que
tenía todos los elementos necesarios para iniciar la aventura de una nueva
novela,
la escritora y periodista Pepa Roma se instaló en su
casa de
Cartagena, y entre la ciudad amurallada y mirando
siempre hacia el mar, empezó a escribir una historia que sucedía a miles de
kilómetros de distancia de dicho lugar. El resultado fue
“Indian
Express”, una obra con la cual ganó el
Premio Azorín
2011.
De aquellas novelas de vertiginosa lectura que le exige al
lector momentos de pausa y reflexión, para no perderse detalle alguno los
caminos que la propia autora propone en una historia que va más allá de una
nueva mirada entre el encuentro de occidente y la espiritualidad de oriente.
Pepa antes de dedicarse de lleno al mundo del periodismo y la literatura, que
suelen ser profesiones que exigen mantener el equipaje listo para salir en
búsqueda de la noticia, le encantaba la idea del autoaprendizaje a través del
recorrido, el camino, el viaje.
Así, siendo una adolescente, emprendió en
1972 un viaje a la India, el cual le tomaría dos años, pues de allí, tomó
fuerzas para recorrer buena parte del mundo, “sin un duro en el bolsillo,
quedándome en albergues llenos de ratas, aprendiendo a comer barato y sabiendo
dónde encontrar un trabajo para reunir el dinero y continuar con el viaje”,
recuerda Pepa Roma. Todo esto sin pretensión, ni literaria ni periodística, sólo
por el hecho de aprender, de vivir y experimentar, pero en especial en búsqueda
del verdadero significado de la palabra libertad. “Quizás los jóvenes ahora son
más pragmáticos, pero en esa época éramos idealistas, más aún en una España del
franquismo opresor, por lo que buscábamos salidas de libertad. Así, la India y
su promesa de liberación espiritual era muy atractiva”.
Pero las
historias necesitan de tiempo y la madurez de quienes la van a narrar, por lo
que fue hasta 1997 que Roma plasmó sus experiencias en dicho país oriental en
“Mandala”, con la cual obtuvo el
Premio Andalucía de
Novela.“Siempre creí que en ella había contado todo lo que podía narrar
de la India, hasta que en el 2008 volví a dicho país, y al retornar a España, me
encontré con un montón de cuadernos llenos de apuntes, con inquietudes por
resolver, a tal punto, que abandoné el proyecto literario en el cual venía
trabajando para concentrarme en lo que ahora es ‘Indian Express’”.
Esta
es una novela difícil de describir, pero de lectura tan fácil como apasionante,
que en primer lugar seduce al no ser una historia más del encuentro de un
occidental con el espiritualismo con marketing en el cual otras obras han venido
cayendo en los últimos años.
A su regreso a casa, había una pregunta que
rondaba la cabeza de Pepa Roma, qué quedaba, en la India que acaba de visitar,
del país que en los sesenta y setenta que varias generaciones habían
mitificado.
“Repasando los cuadernos que escribí en este último viaje, me
encontré con la búsqueda de la respuesta sobre qué es lo que atrae a los
occidentales a la India, y me incliné por buscarlo en el mito que hemos creado
por la literatura que hemos consumido sobre ella durante las últimas
décadas”. Esto la lleva a volver al viaje de principios de los setenta, en
especial a las lecturas que la acompañaron en los largos recorridos por ese
inmenso país, que si hoy en día tiene problemas de transporte, hace cuarenta
años solía ser caóticos los traslados de población a población. Entre viajeros,
todo es circular, y más los libros, por lo que Pepa recibió de un iraní el libro
“El filo de la navaja” de William S. Maugham. Una historia sobre Larry, quien
llega a la India en la búsqueda de la sabiduría, en un aprendizaje sobre el
interior y el exterior del ser humano.
“Ha sido la oportunidad de poder
comprender las diferentes etapas de la literatura de ese país en las últimas
décadas, junto a obras desde occidente viendo y viviendo la India. En los
sesenta y setenta una literatura concentrada en la espiritualidad, pero más como
fenómeno colectivo que individual. Luego su paso por la etapa costumbrista,
social y psicología, en especial con el duro golpe de la llegada de la
modernidad, donde se sentía que la espiritualidad ya no formaba parte de ese
mundo”.
Y agrega Pepa Roma: “Pero no hay que ser pesimistas, al
contrario, en los últimos años, en especial el trabajo de autoras, se ha
empezado a rescatar la espiritualidad dentro de la vida cotidiana de hoy. Ya no
se habla tanto de religiones ni procesos de masas, es una visión, como debe ser,
de experiencia directa de la realidad interior, lejos de la espiritualidad
santurrona que llegamos a observar. Ahora es un camino más íntimo y personal.
Lejos de la comercialización de la espiritualidad que se hizo para
occidente”.
La primera sensación que tuvo Pepa al llegar a la India, en
los años setenta, fue la querer salir lo más rápido posible de allí. Se
preguntaba qué la había llevado ha realizar un camino tan largo para encontrarse
en medio de una pobreza extrema, en un lugar olvidado de Dios. Pero con el pasar
de los días, su visión fue cambiando para lograr ver más allá de esa horrible
realidad, y ver, lo que para ella es la belleza y profundidad que sostiene a ese
pueblo: su espiritualidad completamente arraigada a su cultura.
Cerca de
36 años más tarde, a su regreso, llegando en vuelos repletos de turistas
occidentales, muchos de ellos vapuleados por el demonio contemporáneo llamado
estrés, y buscando la desaceleración de la vida, se encontró una India moderna,
que basa su frenética búsqueda de convertirse en potencia mundial teniendo como
sedimentos la miseria de buena parte de su población. “Es una completa
exhibición de riqueza y lujo, una India material con los tintes espirituales de
su pasado.
Eso sí, en búsqueda de esconder la pobreza. Y ahí volvió la
pregunta: qué quedan de las utopías que vivimos, cómo han cambiado y qué queda
de ellas. Dónde está el imaginario colectivo que ha estado en occidente durante
casi cien años”. Así, aparecieron Lola y Che, dos mujeres que se conocen hace
cuatro décadas, quienes han vivido interminables noches de fiesta en la
Barcelona, las utopías de mayo del 68, el Londres de los hippies y de la
psicodelia. Pero, vuelve la misma pregunta, ahora desde lo íntimo de una
relación de amigas: Qué ha ocurrido con todo aquello en el que ellas creían. Con
ello, Pepa logra abordar dos temas que le han interesando desde tiempo
atrás.
Además de la India, lo que ha sucedido en el universo, y en
ocasiones en el infierno, de la amistad femenina, al situar a dos mujeres
maduras, que por diversos motivos buscan recuperar la amistad de juventud en un
mundo que cada vez es más materialista. “Hay algo claro en la sociedad actual
que vivimos. Mujeres profesionales que quedan solas después de los 45 años, como
exigen demasiado de un hombre, sienten que no lo van a encontrar, mitifican la
amistad entre mujeres. Pero cuidado, que el feminismo nos mintió, esa idea de la
llegada al poder de las mujeres para hacer un mundo más solidario es falsa,
porque las mujeres somos más competitivas entre sí, por lo que podemos llegar a
ser más implacables entre nosotras”.
Eso queda claro en la relación entre
Lola y Che, quienes emprenden el viaje por la India, con una amistad de años, y
que por el tiempo parece sólida, pero no es más que una cortina de humo, hay
muchas heridas mal curadas con un dolor que no desaparece, que se va acumulando
y suele estallar de la peor forma. “Eso es lo que me gusta de los hombres, que
suelen ser más directos y a veces estallan con un grito, una palabrota, pero
luego se calman y siguen siendo amigos. Las mujeres se guardan las cosas y ahí
nace el poso de resentimiento y rencor que luego nadie lo detiene”, finalizó
Pepa
Roma