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miércoles, 17 de agosto de 2011

LA RELEVANCIA DEL "PREMIO AZORIN" DENTRO DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS

 En este artículo de Andrés Valdés en el diario Información se hace un repaso a la historia y ganadores del Premio Azorín de novela, que lo han situado entre los más prestigiosos de las letras españolas

 

 http://www.diarioinformacion.com/arte-letras/2011/07/28/azorin-premio-equilibrista/1153117.html

 

Azorín, el premio equilibrista

 03:15  

Con un pie en la lista de galardones con prestigio y otro en el de los concursos de novela más comerciales, la alianza que la Diputación de Alicante y la editorial Planeta sellaron en 1994 bascula con habilidad entre ambos mundos sin perder credibilidad ni apoyo entre los autores

POR ANDRÉS VALDÉS



Los 17 años de alianza entre la Diputación de Alicante y la Editorial Planeta son más adolescencia lozana que edad del pavo. Desde la primera edición conjunta en 1994, el Premio Azorín de Novela se ha ido abriendo camino hasta convertirse en una de las piezas más buscadas por los tiradores de las letras nobles en castellano. Para algunos autores, llevarse este galardón no significa nada más que ganar 60.000 euros. Otros se presentan con la esperanza de ver su firma y su carrera impulsadas en un lanzamiento editorial de 5.000 copias. Y no pocos literatos ansían el galardón por el lucro intangible de compartir gloria con el registro de ganadores que marcaron Gonzalo Torrente Ballester, Luis Antonio de Villena o Dulce Chacón. El Azorín fue, primero, un digno certamen de provincias, un criticado matrimonio de conveniencia en los 90 y, después, un serio aspirante a llegar a ser lo que es hoy: uno de los galardones de novela más equilibrados en prestigio literario y poderío económico.
El concurso que cada mes de marzo resuelven los jurados de la editorial catalana y de la Diputación alicantina es el sexto premio de novela más generoso de la actualidad. Sólo son más grandes en términos económicos el Premio Planeta, el más codiciado del mundo después del Nobel de Literatura, con 600.000 euros; el Ciudad de Torrevieja, dotado con 360.000 euros; el Primavera de Espasa Calpe, de 200.000 euros; el Premio Alfaguara, que entrega 175.000 euros y el Fernando Lara, financiado también por Planeta con 120.000 euros para el ganador.
No es ningún secreto sin embargo que estos premios, y en especial el Planeta, se decantan por novelas que puedan garantizar un éxito comercial que haga rentable semejante inversión, y es vox populi que en ocasiones este criterio aplasta el principio de calidad literaria en las votaciones finales: con toda probabilidad, una obra mayor en prosa no doblegará al jurado si existe un riesgo importante de que el libro acumule polvo en las librerías.
Para los escritores, la diferencia entre estos certámenes la marcan, pues, valores menos tangibles que el dinero. El prestigio que tradicionalmente ha supuesto hacerse con el Premio Nadal -ahora convocado por la Editorial Destino, también perteneciente al Grupo Planeta-, a pesar de que entrega "sólo" 18.000 euros, o la credibilidad que gana el autor de una novela Primavera o Premio Herralde, hacen que por lo general los autores prefieran competir en estas ligas antes que en otras más potentes pero con menos prestigio, como el Ciudad de Torrevieja. El autor alicantino José Luis Ferris, que se hizo con el Azorín en 1999 con Bajarás al reino de la tierra, se muestra convencido de que este premio es, junto al Nadal y al Primavera, la cita literaria española que "tiene más prestigio en términos de calidad literaria". "Mientras que el Planeta lo gana cualquier persona mediática, en el Azorín encontramos escritores-escritores. Desde que se fusionó con la editorial se tuvo claro que sería una apuesta clara por la literatura", sostiene Ferris.
Asegura que no lo dice porque él sea uno de los 18 agraciados, como quiso dejar claro. Y si es así, desde luego no es el único "azorín" que piensa en "prestigio" en cuanto se le pregunta por el significado de este premio. En líneas generales, los escritores que se han hecho con el cheque -sujeto a importantes retenciones tributarias que lo reducen "casi a la mitad", como alguno lamenta- consideran que recoger el Azorín es el espaldarazo definitivo para iniciar una carrera como novelista o para apuntalar una trayectoria anterior. Y, en ambos casos, es sinónimo de que se van a pasar unos días cálidos y de trato exquisito en la ciudad con los compañeros y los organizadores. "Aunque se le critique, el Azorín ha hecho mucho bien a Alicante: diez anuncios en televisión cuestan una oreja y no le hacen mejor publicidad. Ahora estoy escribiendo un libro y en él aparece el MARQ, porque es el único museo de su tipo que conozco", apunta Javier Pérez, ganador de 2006 con La crin de Damocles.
La escritora colombiana Ángela Becerra, ganadora en 2005 con El penúltimo sueño, es a día de hoy la reina de ventas del Azorín, con más de 150.000 ejemplares vendidos. También se hizo con el Planeta en 2009, pero se muestra convencida de que en Alicante se "juzga la calidad de la novela sin entrar en quién es la pluma". Algunos críticos, como la profesora alicantina de Literatura Mar Langa, disienten de esta tesis al considerar que en la foto de familia del Azorín abundan "autores muy conocidos y muy comerciales" que producen "historias de amor con dosis de aventura, donde se nota la mano de Planeta".
Hay, eso sí, "sorprendentes" excepciones. "Me desconcertó que también descubrieran a Ferris y Manuel Mira y que ganaran Pólvora negra de Montero Glez o La muerte blanca de Eugenia Rico, que tiene una escritura bastante curiosa y nada sencilla", valora Langa.
Lo cierto es que el plumaje del certamen es, cuanto menos, variado. Desde que en 1994, y con gran polémica, el fallecido Gonzalo Torrente Ballester ganara con La novela Pepe Ansúrez, por la cena de entrega del premio han pasado grandes nombres de la escritura como Dulce Chacón o Luis Racionero; reputados renovadores del género como Jesús Ferrero; debutantes sin currículum literario como Javier Pérez; prosistas de alma forajida como Montero Glez; mujeres de letras como Luisa Castro; escritoras con más trayectoria en prensa que en novela como Begoña Aranguren o Pepa Roma, y popes locales sin nombre fuera de Alicante como José Luis Ferris o el periodista Manuel Mira.
Los dos alicantinos han sido, junto al leonés Javier Pérez, los autores que mayor respaldo profesional han recibido del Azorín. Manuel Mira, quien cree que firmas como la de Torrente Ballester "benefician más al premio que al contrario", reconoce que, desde que ganó en 2004 con El secreto de Orcelis, su vida experimentó "un cambio total" que le ha permitido desde entonces publicar varias novelas más.
Ferris también reconoce que "supuso un antes y un después", no sólo porque fue la mejor noticia que le dieron "justo después de salir de la UCI", sino porque le reportó poder pasar la siguiente década dedicado "exclusivamente a la literatura" con una relación que ya es "prácticamente de por vida" con la todopoderosa editorial. El mismo agradecimiento eterno le tiene al premio -celebrado hasta este año que se trasladó al ADDA, en el Hotel Meliá del Puerto alicantino-, Javier Pérez, el único junto con Ferris que ganó con su debut.
Pero aunque descubra nuevas firmas con cierta frecuencia, el Azorín está permanentemente bajo sospecha de tongo. La acusación más dura que ha recibido el Azorín llegó el primer año de la unión con Planeta, edición en la que en el jurado había nombres como Camilo José Cela o Terenci Moix. Más de 230 intelectuales alicantinos, encabezados por el premio de las Letras Valencianas Enrique Cerdán Tato, firmaron un manifiesto que señalaba el galardón a Torrente Ballester como una imposición directa de la editorial, ya que el libro no cumplía con la extensión mínima exigida en las bases.
No obstante, la elección de La crin de Damocles es un caso peculiar que contrasta con las teorías conspiratorias que por otra parte "rodean a todos los premios literarios comerciales", como apunta Mar Langa. "Yo vivo en el monte, en el quinto carajo, no conozco a nadie del mundillo y gané con mi primera novela", asegura Javier Pérez. Además, por su experiencia como miembro del jurado en 2007, el autor está convencido de que el Azorín es una de las mesas "más serias y rigurosas que he visto nunca" ya que "las tres novelas con posibilidades se debatieron con verdadero denuedo". Pérez cree que la única forma de manipular el resultado sería cribarlas intencionadamente "durante la elección previa".
Tampoco da crédito a los "rumores" sobre el certamen Jesús Ferrero, autor de la innovadora Bélver Yin en 1981 y ganador del Azorín en el 97 con El último banquete. "He conocido en el mundo editorial una envidia tan asesina que me gustaría saber si de verdad hubo una novela mejor que la de Torrente", sentencia el escritor zamorano. Él, al igual que Pérez, se enteró de que había ganado minutos antes de levantarse a recoger el premio. "Vino mi editora a la mesa y me dijo que me preparara para lo peor. Ésa es mi experiencia, no he pasado tanto miedo en mi vida". Begoña Aranguren, que triunfó en la edición de 2010 con El amor del Rey, defensora también del "gran prestigio que tiene el certamen", opina que "sí que hay premios que los han calificado de apaños, pero creo que éste es más riguroso. No te imaginas que gente del jurado tan seria como Juan Eslava Galán o Nativel Preciado participaran en algo así".
En cualquier caso, la elección de las novelas finalistas tampoco ha roto el equilibrio entre comercialidad y calidad literaria que mantiene el Premio Azorín, como ha ocurrido en otros certámenes que sepultan su buen nombre con la ambición de asegurarse un ganador conocido, aunque presente una obra mediocre. Mar Langa concluye que "en el Azorín no hay ninguna novela indigna y el resultado es un valor positivo, aunque se note la comercialidad necesaria".
Montero Glez cree que la gran baza del galardón se encuentra en su "jurado de lectores". Para el madrileño afincado en Cádiz, la comisión lectora que preselecciona las obras "es gente muy estricta" y muy amante de la literatura. En 2008 se presentó en el salón del hotel Melià tarde, "cenado" por ignorar que se servía un ágape durante la ceremonia y "con el DNI en el bolsillo" por si tenía que certificar "que Ramiro Delso, mi seudónimo, era yo".

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